Hoy he tenido un momento incómodo con los niños.
Por fortuna ninguno de ellos sabe hablar todavía y no tengo que aguantar gritos de "mamá, mamá" constantemente, pero los llantos no me los quita nadie y hoy el recién llegado, el chino, estaba muy nervioso.
Al principio le he intentado ignorar. He cerrado la puerta de la habitación y he subido el volumen de la tele. Pero no podía concentrarme en nada y el pánico ha empezado a subírseme por la espalda por si alguien le oía y se preocupaba más de lo normal.
Así que no he tenido más remedio que abrir el armario, cogerle de los pelos y llevármelo prematuramente a la cocina (todavía faltaba un rato para la hora de comer).
Le he preparado un biberón con Xanax, para que se estuviera tranquilito y bueno, como es habitual, he abierto mi libro de Cocina del Mundo y he buscado una receta acorde con el crío. He leído pollo agridulce y he soltado una carcajada tremenda.
Era pronto y no tenía mucha hambre, así que me he preparado sólo la mitad y el resto lo he metido en el congelador con su correspondiente pegatina. Nunca se sabe cuándo podré pillar a otro con buena pinta, así que no me viene mal tener cuatro o cinco de reserva por si se me da un mes malo.
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