De pronto un rayo me partió por la mitad. Mi cerebro rebotó en la acera y mi corazón acabo colgado de una farola. Despacito, dejando un rastro orgánico hicieron por juntarse, buscándose en el espacio, utilizando el tiempo.
Y un día se juntaron en medio de la calzada y se dieron un abrazo rojo, entre lágrimas y pedazos, percepciones y flujos. Y se apretaron el uno contra el otro, bien fuerte, esperando convertirse en un órgano nuevo, inédito, para poder moverse y escapar antes de que un coche pudiera atropellarles por error.
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