Estar hirviendo no es un delito, pero no dejes que se te vean las burbujas. Aguanta la respiración, coge aire y dale a la soledad (esa perra que te pisa los talones) un taconazo en la espinilla.

Pero no te gires para mirarla porque dicen las malas lenguas que si miras a la soledad a la cara, te partirá en dos, como los sandwiches de nocilla de los cumpleaños. Y ser una mitad es un desastre porque siempre te faltará un brazo, un ojo y si tienes mala suerte y se ha quedado en el otro lado, un corazón.

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