En un tablero defectuoso, sólo con cuadrados negros, sólo me quedan peones y en frente hay un ejército.

Puedo retirarme y rendirme, chocar la cabeza contra el suelo, con un rebote dramático y a cámara lenta, o me exilio y me salgo del borde y me monto mi propia partida.

Que se venga quien quiera, por lo menos garantizo dos colores.

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