Tanto que me salto las hormonas
como si fueran fueguitos de San Juan, con esperanzas escritas en papel quemado.
Tanto, tanto, que aunque a veces no nos demos la mano, te acompaño, sin mirar al suelo por si llega un precipicio.
Tanto que me lloran los ojos de bonito, cuando te miro sin que te des cuenta.
Tanto que no duele.
Tanto que no me sale pensarme sin que estés.
No hay comentarios:
Publicar un comentario